Hablando de todo un poco a través del sistema intercomunicador, ambos evitaron cuidadosamente las preguntas muy personales o comprometedoras. A la orilla del camino había un pequeño sendero, y un letrero que indicaba un mirador. El, pensando en que sus perseguidores no la iban a tener fácil mientras se mantuviera en caminos poco transitados y desconocidos, se salió de la vía, y luego de unos cuantos minutos de curvas llegaron. Era día de semana, y el sitio estaba desierto. No tenía indicios de que mucha gente circulara por ahí. Había un espacio un poco apartado, a la izquierda, luego de atravesar un pequeño bosque aledaño al mirador, con una vista espectacular de las montañas, y quedaba un poco oculto a la vista por los arboles y arbustos. Le preguntó si por casualidad tenía hambre, a lo que ella respondió que sí. El fue hacia la motocicleta, y regresó con su saco de dormir, una pequeña bolsa con provisiones y dos bebidas. Comieron en silencio, usando el saco como mesa de picnic, y luego siguió un silencio que despertó en ella algo de inquietud. El no la observaba más de lo necesario. Tenía la vista fija en las montañas, dejándose llevar por la belleza del lugar. Ella lo veía, procurando que él no se diera cuenta. Estaban sentados en un cerco de piedras, al borde del precipio. Habían sido colocadas ahí al construir el mirador como precaución. Súbitamente un ave despegó vuelo, casi rozando las piernas de ambos, lo que los hizo saltar hacia atrás y caer de espaldas sobre el saco de dormir. Riéndose hasta más no poder, repentinamente quedaron ensimismados, observándose cada uno en los ojos del otro.
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