sábado, 4 de marzo de 2017

El sueño de Leonardo parte V





El cuerpo que había sido de Leonardo, había estado muy ocupado, vistiéndose con unas pesadas botas de trabajo, guantes y atando a su cuerpo un cinturón de herramientas. No se había cambiado el pijama, que apenas notaba. Las herramientas mismas podían ser un formidable grupo de armas, bien empleadas por alguien ducho en el combate cuerpo a cuerpo. Una vela en el pico de una botella iluminaba la escena. Al juguetear con el encendedor de cocina, se dio cuenta de que podía generar fuego; el mismo había sido añadida a la pequeña bolsa de cuero que colgaba del cinturón. El ser que habitaba el cuerpo ahora, desconocía los artilugios modernos, como los interruptores de la luz eléctrica. Pero estaba hambriento de una buena batalla. Había conseguido betún en un armario del sótano, y se lo había untado en el rostro, a modo de camuflaje nocturno. La mujer que dormía a su lado no le había llamado la atención al levantarse de la cama, pues estaba aún acostumbrándose a ese cuerpo, y la escasa visión nocturna de lo que parecía una armadura rígida y tibia, mojada y pesada, una vez que ocupó el cuerpo en su totalidad, le impidió obrar en su contra en un principio: apenas la había notado. Salió del cuarto lentamente, apoyándose en las paredes. Pero esa sensación pasaría pronto y ese cuerpo nunca ejercitado, blanducho y fofo pronto sería revitalizado por una esencia no humana que le infundiría bríos. Siendo de naturaleza primitiva, habiendo ocupado tantos cuerpos durante la batalla, conociendo lo que se sentía ser atacado, y el recuerdo revivido hizo que su primer pensamiento fuera obtener armas. La adrenalina comenzaba a inundar el organismo invadido. Se sentía indefenso, como no se había sentido en mucho tiempo. Hacía tanto desde la última vez que habitó un organismo humano que se le había olvidado que no poseía garras ni otras defensas naturales. No podía caminar derecho. Se sentía pesado y entumecido. Sus movimientos eran lentos y un poco torpes. Demasiado tiempo sin ocupar un cuerpo humano le habían hecho sentir mareos. Su rostro normalmente con una expresión mansa e inofensiva, mostraba una expresión neutra que lo hacía en realidad aterradora. Una total falta de humanidad, ese algo helado e intangible en el rostro, esa repulsiva frialdad detrás de la mirada era simplemente sobrecogedor. Cualquiera que viera esa expresión se daría cuenta de que el humano que había habitado ese cuerpo ya no existía. La visión que tenía era muy borrosa, ya que Leonardo era muy miope. Eso lo ponía aún más inquieto. Respiraba con un poco de dificultad. El sistema nervioso del cuerpo no estaba acostumbrado a esa cadencia de una entidad no humana. Dando traspiés, consiguió abrir la puerta del sótano y salió, sintiendo el frío de la noche y haciendo que el cuerpo de Leonardo se orinara instantáneamente en sus pantalones de pijama.

lunes, 6 de febrero de 2017

El sueño de Leonardo IV





Aquí otra entrega doble, estuve un tiempo alejado pero ya he regresado más fuerte!!. gracias por sus donativos! La sombra gris negruzca, confundida con la noche, se acercó a la vivienda de Leonardo. Tardó unos minutos, ya que tenía por costumbre extenderse hasta formar una especie de fina capa de muchos kilómetros cuadrados de extensión. Así podía captar mejor el terreno en donde se encontraba, y lo que pasaba en él. Concentrando su esencia, comenzó a buscar esa pequeña e insignificante presencia de los pequeños seres que había visto aparecer no hacía mucho, según su atemporal y peculiar percepción. Al parecer eran hábiles construyendo, y eso le llamaba la atención a Lan´an´ki, que era el nombre, o mejor dicho, combinación de sonidos, que la entidad había escogido. Había notado que algunos de ellos eran más violentos que otros, y que tenían una particular disposición para destruir cosas. Y mejor todavía: construían cosas que destruían otras. También les encantaba devorar a otros animales menos evolucionados, y había visto suficientes actos de crueldad entre ellos mismos como para no tener el más mínimo respeto hacia esa especie. A pesar de su indefinible edad, había visto algunos ejemplos de compasión, incluso de bondad, y percibido el respeto entre quienes habían presenciado esos actos, pero habían sido en realidad pocos, comparados con las barbaridades que sabía que podían cometer unos contra otros. Por eso, no le importaban. Al carecer de algo remotamente parecido a los sentimientos humanos, o una forma de responder al raciocinio al menos similar en algunos rasgos a lo que llamamos humanidad, la desventaja era más que evidente. Lo que experimentaba Leonardo, aunque nunca lo supo hasta que culminó todo el proceso que se podría llamar una variante espiritual de la digestión de su energía vital, la lenta absorción de su ser consciente, ese cúmulo de experiencias sensoriales que conformaba todo lo que era, por parte de ese inmortal cuerpo de energía consciente que había elegido este planeta como suyo.