domingo, 15 de mayo de 2016

Continuación del Cap. IV - El Despertar.





Al entrar a posesionarse de un cuerpo físico, las impresiones sensoriales le sobrevinieron muchísimo más aumentadas, totalmente magnificadas...incluyendo el penetrantísimo dolor de las dentelladas de los carnívoros que dieron caza a esas desdichadas, doblemente víctimas de los depredadores: uno intangible, sin esencia física, que casi la había desplazado de su cuerpo, y luego otro que la devoraría viva al volver a su cuerpo. Así que pasarían unos cuantos miles de años antes de que volviera a hacer una prueba. El paroxismo de dolor que sintió durante esos experimentos no era algo que quisiera repetir muy pronto, si podía evitarlo. Siendo un ser adimensional, el tiempo no entraba dentro de su campo de percepción. Cuando al fin se decidió a hacerlo, luego de mucho observar el transcurrir de la batalla por la supervivencia, y sus resultados, las especies que eligió fueron todas carnívoras, e instintivamente se percató de que al menos por el tamaño deparaban mejores perspectivas. A pesar de que su vista al estar restringida por globos oculares no era tan buena, luego de que se acostumbró, pudo hacer uso de ella dentro de lo que le parecía un limitado campo de acción. Después de todo, estar durante millones de años sin un cuerpo físico no era una sensación que podía olvidarse en un par de días. Cuando al fin la sensación se le hizo un poco más familiar, y el instinto de la bestia de cuyo cuerpo se había adueñado se hizo un poco más patente, cazó su primera pieza, cuando pudo dominar el cuerpo con la habilidad suficiente. Mantenía un delicado equilibrio con el alma original, desprendiéndose levemente apenas para dejarla dominar el cuerpo lo suficiente para mejorar los resultados de la cacería.