martes, 17 de noviembre de 2015

El Evasor - final cap "A Solas"





Lo colocó al lado de su mano derecha sin que ella se diera cuenta. Con la otra mano, extrajo un objeto de la bolsa de provisiones, de lo que ella tampoco se percató. Poniéndose entre las piernas de ella, la observó directamente. Aún con la mano en su pecho, él empuñó el cuchillo con la mano derecha, la punta hacia abajo, y ella lo observó, incrédula. Se quedó paralizada, observando cómo él levantaba la mano. Volteando el rostro hacia su izquierda, cerró los ojos. Él bajó rápidamente la mano, y ella sintió un golpe seco que la hizo emitir un pequeño y callado grito, con un ruido metálico. Casi se desmayó por unos segundos, en que sintió su corazón detenerse para luego latir con toda su fuerza. Sintió un líquido espeso corriendo entre sus senos. Aunque no se atrevía a abrir los ojos, al hacerlo al fin, vio frente a sí una lata de melocotones en almíbar, que se derramaba sobre ella, con el pequeño cuchillo clavado atravesando una de sus tapas.

lunes, 16 de noviembre de 2015

A solas - 2





Lentamente ella se acercó, y él la besó con suavidad. Ella lo estrechó entre sus brazos. Sintió su musculatura a través de la tela de su suéter. Mientras se besaban como si tuvieran todo el tiempo del mundo, el comenzó suavemente a acariciarla. Pasó a besar su cuello, sintiendo su aroma y su piel fresca. Ella pensó en qué sería lo que tenía ese extraño que la hacía sentirse así. Lentamente él comenzó a quitarle la chaqueta, y luego a desabotonarle la camisa, mientras ella con los ojos semicerrados le dejaba hacerlo. Expuso sus senos, y ella al sentir la brisa fresca y el sol sintió excitarse más todavía. El observó la reacción satisfecho. Mientras la besaba con cuidado y delicia, extrajo un pequeño cuchillo de doble filo, puntiagudo, y muy filoso.

jueves, 12 de noviembre de 2015

A solas





Hablando de todo un poco a través del sistema intercomunicador, ambos evitaron cuidadosamente las preguntas muy personales o comprometedoras. A la orilla del camino había un pequeño sendero, y un letrero que indicaba un mirador. El, pensando en que sus perseguidores no la iban a tener fácil mientras se mantuviera en caminos poco transitados y desconocidos, se salió de la vía, y luego de unos cuantos minutos de curvas llegaron. Era día de semana, y el sitio estaba desierto. No tenía indicios de que mucha gente circulara por ahí. Había un espacio un poco apartado, a la izquierda, luego de atravesar un pequeño bosque aledaño al mirador, con una vista espectacular de las montañas, y quedaba un poco oculto a la vista por los arboles y arbustos. Le preguntó si por casualidad tenía hambre, a lo que ella respondió que sí. El fue hacia la motocicleta, y regresó con su saco de dormir, una pequeña bolsa con provisiones y dos bebidas. Comieron en silencio, usando el saco como mesa de picnic, y luego siguió un silencio que despertó en ella algo de inquietud. El no la observaba más de lo necesario. Tenía la vista fija en las montañas, dejándose llevar por la belleza del lugar. Ella lo veía, procurando que él no se diera cuenta. Estaban sentados en un cerco de piedras, al borde del precipio. Habían sido colocadas ahí al construir el mirador como precaución. Súbitamente un ave despegó vuelo, casi rozando las piernas de ambos, lo que los hizo saltar hacia atrás y caer de espaldas sobre el saco de dormir. Riéndose hasta más no poder, repentinamente quedaron ensimismados, observándose cada uno en los ojos del otro.

martes, 10 de noviembre de 2015

Estela - final





Al terminar, luego de pagarle al encargado y estacionar la motocicleta en un sitio un poco fuera de la vista de la carretera, se dirigió hacia ella para despedirse. Luego de un cordial apretón de manos, se puso el casco y le dió la espalda. Ella metió las manos en el bolsillo de su chaqueta, encontrando el dispositivo de comunicación. Mientras él montaba, ella lo encendió y rápidamente le dijo...”Hey. Olvidas algo. Y me vas a dejar aquí sola con estos desconocidos?”. Lo escuchó reirse suavemente y le dijo. “OK. Entonces vamos a dar un paseo”. Ella, colocándose el casco, montó nuevamente en la motocicleta, y se dirigieron hacia las alturas de la cadena montañosa que rodeaba el pequeño valle en el que estaban. Una carretera sinuosa, perfecta para una motocicleta mediana los recibió con los brazos abiertos. El deleite que experimentaba su conductor lo hizo olvidarse durante unos breves minutos el enorme problema en el que estaba metido y que lo tenía huyendo ya desde hacía semanas, siempre varios pasos por delante de sus perseguidores.Sin mayores inconvenientes, atacó una curva tras otra, mientras la motocicleta respondía con una deliciosa ligereza, los tres fundiéndose en un conjunto perfecto pues Estela no era simplemente peso muerto: sabía instintivamente cómo acomodarse de forma de no generar inercias poco gratas, y siendo bastante delgada, pues nuestro héroe no se arrepintió de haberla rescatado.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Capítulo 2 Estela - segunda mitad





El le explicó todo el asunto, y ella comenzó a reanudar su llanto, ahora un poco más calmada. Él, incómodo, trató de tranquilizarla. Le dijo que podría llevarla a un lugar donde pudiera hacer que remolcaran su auto. Ella indecisa al principio, ante la perspectiva de quedarse sola en un lugar desierto decidió correr el riesgo. Mientras fingía revisar su bolso para revisar que todo estuviera dentro, con los anteojos de sol puestos lo examinó de reojo. No era particularmente atractivo, pero tenía algo que le había llamado la atención desde el primer momento aunque no sabía qué era. El le tendió un pequeño dispositivo de comunicación, ajustable con una banda elástica a su cabeza. Luego de probar que podían hablar tranquilamente, montó detrás de él en la motocicleta, y salieron. Luego de casi una hora de camino, llegaron a una pequeña gasolinera. El dueño, un amable señor delgado y de baja estatura, al atenderles, les dijo que el encargado de la grúa tardaría un par de horas, y que podían esperar en su oficina. El decidió salir, ya que deseaba continuar su camino. Era lógico, considerando que le perseguían unos matones. Ella le acompañó, un poco inquieta ante la idea de quedarse sola. No sabía porqué su presencia le hacía sentirse tan segura y tan protegida. No era excesivamente alto. Pero su modo de caminar, su modo de hablar, sus maneras pausadas y tranquilas, su forma de ver directamente al rostro de las personas a que se dirigía y la solidez de su mirada eran avasalladoras. Lo observó calladamente mientras llenaba el tanque de su motocicleta.