El pueblo era pequeño, de unos pocos miles de habitantes, con una adormilada industria agrícola que le permitía sobrevivir año tras año sin muchas pretensiones, luego del agotamiento de las minas de cobre, mucho antes de que la Gran Depresión hundiera sus garras. Pero con el pueblo al límite de la zona donde llegaron las sequías, no se vieron demasiado afectados. Lo que también contribuía a que los habitantes apreciaran mucho más la pacífica y tranquila vida que les deparaba su población.
Melancólico, con verbenas cada septiembre, así como todo tipo de otras festividades repartidas a lo largo del año con la que sus habitantes sobrellevaban a duras penas el aburrimiento y la monotonía que significaba trabajar año tras año. Una vivienda de 5 habitaciones, con un pequeño taller para trabajos de madera en el garaje, con sus correspondientes herramientas.
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