Lo cierto es que hay fuerzas de la naturaleza que parecen tener una cierta afinidad con una categoría especial de seres humanos. Fuerzas muy, pero muy antiguas. Seres vivos, pero vivos de una forma que nos es difícil comprender aún; un tipo de existencia, de “vida” que no obedecen a las leyes de las mismas dimensiones “descubiertas” por nuestra especie. Tal vez provenientes de las profundidades del cosmos, atraídas por la gravedad de los planetas de los sistemas solares. Entidades conscientes de sí mísmas, capaces de concentrar sus fuerzas, de dirigir su energía para poder influir en la desfachatada y a veces alocada conducta de los seres humanos. Al menos de los humanos más fácilmente manejables. Y no todas esas entidades son benevolentes, ni bonachonas. En lo absoluto. No les importan en lo más mínimo los seres humanos más que a muchos de nosotros una simple hormiga.
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