Roberto entró a su pequeño taller en el garaje, donde prefería tener todos sus implementos, lejos de las inquietas manos de sus chicos. Encendió el computador que tenía en una esquina, y comenzó a buscar un proyecto interesante para llevar a cabo. Harto de portarretratos insípidos, revisteros y cajitas para joyas, se decidió a hacer un grabado. Unas fotografías que vió en uno de los foros le dieron la idea de grabar un escudo medieval. Su proceso de selección no fue difícil. Uno de los primeros que surgió en su monitor fue el de la familia Bukóry. Una calavera con los dientes puntiagudos, dos cimitarras o armas parecidas…y un haz de flechas. En seguida pensó que a los chicos les iba a gustar. La descargó, trabajón un rato en ella mientras la procesaba con su software especial para imágenes, y colocando una placa de madera ya preparada previamente, comenzó el proceso de grabado en relieve. No era aficionado a beber, pero se permitía un par de sorbos a la botella mientras la máquina automatizada hacía su trabajo. Se sirvió un poco en una taza de café recientemente usada que encontró a la mano. Volviendo a su monitor, se dedicó a leer los comentarios dedicados al escudo. Abrió un enlace, y quedó embebido en la observación de un enorme cuadro que había estado en el castillo de la familia en la Europa del Medioevo, durante muchos años, y que representaba fielmente una de las matanzas más famosas, la de la aldea de Fodor, en un lejano valle de lo que luego sería Transilvania. Qué epoca tan brutal, pensó. Menos mal que ese tipo de cosas ya no ocurrían. Claro, no era exactamente alguien a quien le interesaran mucho las noticias mundiales. Después de todo, tenía una vida cómoda en su pequeño y seguro rincón del mundo. Pero no sabía que los humanos podían ser una antena de alta frecuencia, para las sensibilidades de algunas conciencias que supieran escucharlas.
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